Sin una palabra.
Solo silencio.
Y aun así estas oyendo tu oscura materia gris rumiar, trabajar; todo el complejo mecanismo de conexiones electricas, neuronales, hacen un ruido tremendo. Llega a doler y mucho.
La música, las palabras, las imágenes que se forman en tu cerebro, no son capaces de encontrar su camino hacia el exterior y diseminarse por este mundo. ¿Y?.
Eso digo yo, ¿y?
Y que mas da, si no hay quien las escuche, quien las oiga o las preste la debida atención. Siendo así, ¿para que salir?, ¿para desahogar un grito sordo?
Siempre he creído en ese refrán que reza "Eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras".
No le falta razón, porque "donde dije digo, digo diego" no tiene efecto alguno en quien no quiere oír lo nuevo, "diego", y esta seguro que dijiste "digo" y lo recalcará hasta que nunca mas sea ni diego ni digo sino dijiste.
La época de la esclavitud pasó, pero no desapareció.
El silencio no muere, y tus palabras se ahogan tras el eco.
El eco que las repite con demasiada profusión hasta que no tienes escapatoria.
El silencio es puro. Es tuyo.
Sin embargo, hay que hablar, gritar a los cuatro vientos lo que piensas, sentirte seguro y firme, y convencido de que aunque puedas convertirte en un esclavo de lo que dices, siempre merece la pena decirlo, defenderlo y luchar, si hace falta en SILENCIO.
Dixit
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